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RockValley's avatar
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Era un día de inspección, una rutina como cualquier otra que ocurría dos veces al mes. Eran las únicas dos veces que yo tenía que cambiar mi semblante por uno más sumiso y abastecerme de toda la paciencia que no uso en los demás días. Es un día de visita prácticamente, pero claro no le podemos decir así. Un laboratorio secreto es difícilmente un spot turístico después de todo. El laboratorio Zeta, o al menos así le hemos nombrado nosotros los que estamos atados a estas instalaciones todos el año hasta que el gobierno decida que buscarle utilidad militar a cosas inesperadas ya sea o no de alta prioridad. ¿Por qué Zeta? Esa es una respuesta simple, como el nombre con el que bautizamos este lugar. La tomamos de la última letra del abecedario romano, porque es la primera letra de la palabra "Zoológico" o " The Zoo" como le dice el anglosajón que nos viene a ver cada quince días. Obviamente nosotros jamás adoptaríamos ese calificativo. Ya nos sentimos enjaulados, no necesitamos sentirnos como monos también.

El "Mister", como le decimos con todo el cariño sarcástico posible, es una caja de sorpresas. Una verdadera materia de fluctuación aleatoria. Desde que fui asignado aquí nunca he sabido de una visita que lo deje satisfecho, siempre hay algo que está mal, algo que debemos mejorar. En una de esas le mostramos los resultados de la manipulación de materia gris en animales, Gorilas que creían que podían volar y picoteaban lo que miraban. Iguanas que se acicalaban como gatos, pirañas que no comían carne. Cualquiera escucha esto y se asombraría, pero el simplemente le dio un puñetazo en el diafragma a uno de mis asistentes, le escupió mientras estaba tendido en el suelo del laboratorio y nos dijo si es que acaso el gobierno nos estaba pagando para que nosotros jugáramos a la imaginación como si fuéramos niños de escuela primaria. La visita anterior le mostramos unos perros modificados con una mandíbula de tiburón, olfato mejorado, energía inagotable, y obediencia total. Simplemente sonrió y nos dijo que si quería jugar con Lassie le salía mejor ir a un criadero de perros, nos gritó que de nada le sirve un animal que no era impermeable a las balas.
De balas está hecha su cabeza, el buen "Mister" cerebro de pólvora. Pero, ¿Qué puedo esperar de un militar? El solo quiere que algo mate de manera efectiva, algo que viaje más rápido que una bala, que destruya más que una bomba. Su capacidad para encontrar funcionalidad a nuestros avances y proyectos es nulo, es el equivalente que le digamos a un adolescente puberto que tenemos una máquina que puede hacer miles de cálculos en cuestión de segundos. A él no le importa el potencial de la máquina, el solo quiere una calculadora que le apruebe el examen. Estoy más que ansioso por ver con que verborrea insatisfecha nos dejara esta vez.

Las bocinas del laboratorio nos dan a entender que la hora ha llegado. Procedo a vestirme con el traje protector, entre menos contacto humano tenga con el sería mejor. Me pongo el casco y digo a recibir a nuestro invitado de honor, obviamente sin asistentes. No quiero que el general se vuelva loco otra vez y lance a uno de mis muchachos hacia animales genéticamente alterados (lo siento Michelle, espero que tus órganos se hayan derretido rápidamente después de que los Tigres cola de escorpión a los que el general te lanzo te envenenaran). Escribir esas cartas fúnebres, de disculpa y agradecimiento es más absorbente y difícil que cualquier proceso biológico o químico que haya hecho en mi vida. No es de mi agrado enviar un pedazo de papel que le diga a una familia con esperanza,

- "Lo sentimos familia de asistente Y; no esperen con ansias a esta persona, hoy ha dejado de existir. Recibirán compensación y pertenencias materiales en las siguientes dos semanas."

Definitivamente, no es lo mío, nunca lo será.

Las puertas reforzadas se abrieron, su sombra se expone frente a mí como una alfombra majestuosa honrando la presencia de ese ser corto de visión intelectual sediento de sangre. El saludo es una formalidad incómoda para ambas partes, su apretón de manos es igual al de siempre, firme y fuerte. Cualquiera diría que quisiera pulverizar mi mano cada vez que nos saludamos. Debería considerar empezar a fortalecer mis muñecas, de repente y hago una requisición por pesas y otros equipos para montar un gimnasio aquí. Vaya chiste. Hicimos nuestra caminata hacia el área donde le iba a mostrar los avances del último proyecto. El lugar al que le hemos dado el nombre clave "La jaula". Originalmente la Jaula estaba lleno de aves de todo tipo. Cuervos, pavo real, gallinas, avestruces, incluso Quetzales (que todavía me duele saber que no soportaron la comida mejorada que les dimos y explotaron como lo harían en una caricatura). Ahora es un enjambre de insectos, este mes específicamente son zancudos. Hay otra razón por el nombre, es la única área con doble puerta reforzada y una zona de esterilización. En un inicio esto fue porque aquí se debería de contener todo aquello altamente agresivo, peligroso, venenoso, contagioso, y cualquier otro adjetivo que atente un peligro contra la vida humana. Nos fue de mucha utilidad la vez que los colibríes asesinos se nos salieron de control (pobre Richard, todavía recuerdo vivamente como un enjambre de esos demonios le picotearon sus ojos y comenzaron a beber su sangre de los orificios como si fuese el más dulce néctar que una flor haya producido).

En estos días, la Jaula solo alberga zancudos, miles y miles de zancudos a lo cual yo resulto ser muy poco fanático de picadura de estos o cualquier tipo de vector. Siendo esa la verdadera razón de portar este traje protector de cuerpo completo (aparte claro que si el Mister decidiera puñetearme esta es la armadura que ablandaría el golpe, pero claro yo sé que esas son expectativas irreales, el dolor sería bastante real). La primera puerta se abre y le instruyo al Mister que entre a la zona de esterilización para que reciba una roseada del repelente especial, a manera de precaución, para protegerlo en caso que entremos en contacto con algún zancudo. Pero como todo ceso de metal, a él estas cosas no le van. Se rehusó vigorosamente a entrar. Por suerte habían trajes protectores a lo que prontamente le ofrecí se pusiera uno. Lo único que recibí a cambio fueron burlas e indignación. Era inaudito que él, todo un héroe condecorado de guerra fuese a necesitar tal protección contra "un simple bicho". Ya con esto estaba muy entendido que esta visita seria como las demás, un largo sermón de cómo el gobierno gasta dinero en cerebros como nosotros para que el final nada de lo que hacemos sea de algún valor para el momento que el país ocupe defenderse o volver a una guerra. A estas alturas solo estoy deseando muy en mi interior de mis cavernas cognoscitivas que este proceso acabe rápidamente para así enfocarme en cosas más importantes.

Le muestro en la pantalla holográfica los resultados de las pruebas, estaba comenzando a explicarle las alteraciones que habíamos hecho en este tipo de zancudo, pero siempre soy interrumpido irrespetuosamente. Él no quiere escuchar mis "palabrotas" él quiere saber simple y sencillamente si esto puede matar gran cantidad de soldados, si tiene algún valor para sus guerras. Tome un gran respiro, como desearía haber traído un frasco con la tarántula proyectil que creamos hace un par de días (perdóname Jerry, yo sé que te prometí no lanzarle una de estas a nadie, en especial porque esterilizar ese millar de huevecillos que se escurren por cada parte de la persona a la que invade la tarántula es muy costoso y para ser honesto le tengo una pequeña aberración al fuego, sin mencionar que desde el incidente, cada vez que miro una llama tengo un vivido recuerdo del olor a tu piel quemada). Mi fantasía se ve cancelada abruptamente por el sonido de una mano golpeando una cara, un cachete para ser especifico. ¿Será que el Mister lee mentes ahora y sabía que le quería atestar un golpe o algo peor? Nada de eso, nada de eso. Mis ojos se llenan de horror al ver lo que yace en la mano del general, un zancudo muerto, escurriendo sangre. Sangre que se claramente que vino de la cara de él.

Me muevo rápidamente a apretar el gran botón rojo en los paneles de control. Las puertas reforzadas comienzan a cerrarse, y antes que el gas que mataría todo insecto comenzara a expulsarse me moví velozmente para detenerlo. Porque claro, estamos expuestos a los zancudos y no puedo erradicarlos porque el genio militar decidió no seguir ni una de mis precauciones. Ahora nos toca una buena y clásica cuarentena. Trato de explicarle esto al Mister mientras el sigue golpeando esa puerta. No es por nada que le decimos reforzada, hasta "Darth Vader" se tardaría un par de minutos en cortarla con un sable de luz. Como era de esperarse la ira era ascendiente en el veterano militar. No paso mucho cuando ya me estaba tomando del traje y sacudiéndome por toda la habitación mientras lanzaba sus órdenes que esperaba yo acatara ciegamente. Pero yo no soy su soldado, y no pienso poner en riesgo la vida de todos en el laboratorio, la vida de todo el país, solo porque a un fortachón estúpido se le ocurre que no quiere estar encerrado.
Yo sigo tratando de hablar con él, intento alimentarle razón para que pueda cooperar y que la cuarentena dure el menos tiempo posible. Pero el sigue gritando incoherencias en un dialecto propio de su área de crianza que realmente no tengo el mas mínimo interés de descifrar ya que probablemente solo me esté maldiciendo en el mejor de los casos. Su rabieta parece eterna, sigue gritándome mientras agita un puño al aire y se rasca el cachete con la otra. Se está rascando el cachete...

¡Oh por Dios! ¡Se está rascando!

Le grito que deje de hacerlo, me lanzo a tratar de detenerlo pero lo único que gano es una patada en el estómago que me manda a volar. Claro, que esperaba, mientras yo me alimentaba de letras, procesos y conocimientos este Neandertal degustaba proteína y carbohidratos a discreción para poder formar más mas muscular (en cualquier parte de su cuerpo menos su cabeza obviamente). Creo que tengo que dejar de leer tanto comic, este momento heroico fue financiado gracias a esos héroes que tanto leo. ¡Ja!, menudo chiste. Pongo mis manos en mi estómago mientras me retuerzo del dolor y veo de reojo al Mister, se siguiese rascando, pero ya no me está gritando. Es más, ya ni se está moviendo. Esta estático, solo se sigue rascando. Aquí es cuando yo sé que es demasiado tarde.

- "Maldito pendejo", le digo con falta de respiración.

Si tan solo me hubiera hecho caso, si tan solo siguiera la razón, no estuviera en este predicamento. Pero no, el sigue ahí, parado como una estatua humana. Una estatua que solo sabe rascarse el cachete izquierdo. El mister pudo haber prevenido todo esto, simplemente si me hubiera escuchado. El militar que rasca infinitamente el mismo lugar de su cuerpo es prueba total de esto. De admitir que solo habíamos probado esto en animales el ver que funciona en humanos al cien por ciento es algo muy satisfecho. Al fin y al cabo soy un hombre de ciencia, debería de aprovechar este momento. Este, "Happy Accident" como dirían los gringos y con eso digo a buscar una cámara de video.

Una hora a pasado, el Mister sigue rascando. Sus manos ya bien ensangrentadas son señal de que ha roto las primeras capas de la piel, aquellos pliegues coloreados en escalas de rojo tan vivos tan pulsantes. Esta escena grotesca solo sirve para recordarme lo bello que es el cuerpo humano. Los esfuerzos siguen y está entrando al vivo musculo, en ese momento su otra mano comienza a rascar su cachete derecho. No hay gritos de dolor, no hay signos de malestar o incomodidad, solo hay energías para seguir rascando, seguir arrancándose trozos de piel, de carne, de musculo. He ahí la estatua humana que yace bajo un pozo de su propia sangre, un pozo que se va expandiendo con cada minuto que pasa. Vamos por sobre las dos horas y por fin el Mister ha logrado llegar al hueso, al hueso de la mandíbula para ser más exacto. Sus dedos ahora son como pequeñas navajas, sus dedos también están muy desgastados al punto que sus huesos son visibles pero eso no lo detiene, ya rasco todo lo que tuvo que rascar ahora le toca romper el cofre para encontrar su tesoro.  

Ahora ya no hay vuelta atrás. Si tan solo me hubiera dejado terminar de exponer el sabría que estos zancudos eran lo último en la creación humana. Una perfección genética si podría decirse así. "Zancudo caníbal" (yo sé, somos malos para nombrar cosas. Eso fue lo último que dijo Jaime cuando aquella serpiente tijera se nos escapó y lo corto por mitad como si fuera una hoja de papel para envolver pan dulce. El buen Jaime, su sentido del humor perduro hasta el último momento), lo nombramos así porque su picada introducía una neurotoxina. No es una neurotoxina cualquiera, esta no destruye los nervios, no derrite órganos, no genera dolor intenso. Es una toxina que representa mi más profundo deseo sádico. Una vez que se es picado comienza a viajar hasta el cerebro donde prácticamente toma el control y da una solo orden, "rascar". Mientras esto sucede todo el cuerpo entra en un modo anestesiado, no hay dolor y solo hay una instrucción a seguir. Todo esto sucede lentamente y el humano pierde su valía, pierde su ser si se podría expresar de esa manera, se abandona el alma humana y se reemplaza con un pedazo de persona que solo va a rascarse hasta morir. Ya faltando quince minutos para marcar las tres horas escucho el sonido que me indica que ya termino el proceso. Me paro de una vez, voy hacia el intercomunicador y pido que envíen un equipo de esterilización. Volteo a ver al cuerpo del mister, finalmente de rodillas, empapado en sangre y con su mandíbula destruida, colgando por los pocos ligamentos que le quedan. Su lengua moviéndose de un lado a otro como si fuera un péndulo mórbido dándome a entender que ya la función termino. No pasan ni diez minutos cuando el equipo de limpieza llega pero prontamente los despacho, pidiendo solamente que dejen el lanzallamas. Tomo el arma y me dirijo a la carcasa de hombre que en algún momento fue un veterano de guerra, un defensor de nuestra patria, alguien que lastimosamente no pudo ver más allá de sus armas y estrategias. Enciendo la antorcha, es de color rojo. Una vivida llama que está compartiendo mi emoción, y ¿Por qué no estarlo? Hoy ha sido un gran día para la ciencia, no solo confirme que el Zancudo Caníbal funciona en los humanos, tengo todo el proceso en video y además para darle cereza a este pastel académico, el maldito General, el dichoso "Mister" ha sido víctima fatal de esas mismas creaciones que siempre miro de menos. Mi sonrisa es inevitable, imposible de esconder. Aseguro mi agarre en el lanzallamas y apunto hacia el cuerpo sin vida que tengo frente,

- "Por quemarte a vos vale la pena tolerar el jodido olor a chicharrón humano"
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